Con frecuencia tanto padres como educadores se ven enfrentados a un serio conflicto en el manejo de la conducta o comportamiento de los niños.

Con frecuencia tanto padres como educadores se ven enfrentados a un serio conflicto en el manejo de la conducta o comportamiento de los niños.

Hablemos sobre el complejo tema de la crianza y la educación de los hijos, el cual lo relacionamos con conceptos como autoridad, disciplina, premio y castigo. Con frecuencia tanto padres como educadores se ven enfrentados a un serio conflicto en el manejo de la conducta o comportamiento de los niños.

Con frecuencia probamos métodos innovadores o los ya conocidos y tradicionales cuando no se obtiene la respuesta o el comportamiento esperado. Estos últimos, además de dejar un sabor amargo de fracaso o frustración, perpetúan el castigo físico que de generación en generación se ha empleado como norma educacional por excelencia.

Así que como la tarea de la crianza muchas veces se convierte en una lucha de titanes y el maltrato a los más pequeños se convalida como una práctica normal y natural, considero que revisemos y hagamos algunas precisiones de elementos que comúnmente se emplean en la enseñanza y el aprendizaje del niño:

Tipos de CastigoS

El castigo físico

Hablemos primeramente del castigo físico, ya que muy seguramente lo hemos recibido y a su vez lo hemos infringido. Como sabemos, éste tiene diferentes tipos como las palmadas, las azotainas, las “tortas”, los pellizcos, etcétera. El castigo físico implica un excesivo cuidado, pues puede lesionar al niño si no se hace en sitios donde no se atente a su integridad, como su trasero; en cuyo caso la intención era la corrección pero que desafortunadamente causaríamos un accidente que en ningún caso quisiéramos que ocurriera.

Así que se considera que si se opta por el castigo físico y como madre o padre se ejerce inmediatamente después de haberse cometido la falta, el niño probablemente aprenderá a partir de las consecuencias que su comportamiento generó en ese momento. Pero esto a su vez también puede implicar un distanciamiento afectivo con quien lo ejerce, pues el niño puede no considerar al padre o cuidador a partir de sus atributos sino como “el justiciero peligroso” que sólo se acerca a él para pegarle y con mayor razón si éste lo hace con rabia, ya que puede correr el riesgo de excederse y de generar en él un sentimiento de venganza, pues como puede sonar en algún momento familiar la expresión: “la próxima vez…” se convertirá en la norma educativa influenciada por la amenaza y el chantaje.

Cabe anotar que si se castiga físicamente por todo tanto por faltas grandes como por pequeñas, es decir, se le dan palmadas constantemente, el niño puede volverse usualmente como dicen algunos padres “insensible o indolente” necesitando castigos más fuertes y severos, lo que complica la situación.

El castigo social

Hasta aquí hemos hablado de una primera parte referente al castigo físico, pero también existe en ese paquete de aprendizaje el castigo social que se refiere a la supresión de privilegios como no darle algo que le gusta o no permitirle salir, ver TV, utilizar su ordenador, participar de una actividad, etc.

Este por lo general también se ejerce inmediatamente se comete la falta y se espera sea adecuado o proporcional a la misma. Pero como te debe sonar familiar, a veces los padres imponen castigos tan largos y tan difíciles de cumplir que terminan saboteándose ellos mismos.

El castigo moral

Otro es el castigo moral, que se refiere a todo evento que humilla, o descalifica al niño, y en ese sentido se ridiculiza, se avergüenza, se le hace sentir inútil, incapaz o bruto; lo mismo que infundirle temor. Así que querida si estás de acuerdo conmigo, cualquier forma de denigrar a un ser humano, sobre todo a un hijo, debe ser desterrado del repertorio de cualquier madre.

Premios y Recompensas

Continuamos con otro elemento comúnmente empleado en la enseñanza y en el aprendizaje del niño y que te debe ser muy familiar, se trata del premio o recompensa, el cual corresponde a todo reconocimiento que se le dé al por su conducta inmediatamente ejecuta una buena acción. Sus formas, habitualmente usadas y conocidas pueden ser materiales, como juguetes, regalos, dinero, etc.; sociales y emocionales como palabras y actitudes que lo hacen sentir orgulloso de sí mismo, lo cual eleva su autoestima y amor propio y aparentemente funciona como garantía de un buen comportamiento personal, pues se cree que lo conduce a no fallarse a sí mismo.

Otros dos elementos que debes conocer son los modelos o puntos de referencia que el niño imita o reproduce del adulto a partir de sus acciones. Es decir, lo que el niño aprende de lo que ve en el adulto y el arte de ignorar que corresponde al mínimo grado de atención que el adulto le dé a algún mal comportamiento.

Hasta aquí y teniendo en cuenta lo descrito anteriormente, hemos aprendido que para enseñar un buen comportamiento se debe premiar lo bueno y que la atención indebida que se le dé a un mal comportamiento, como a las pataletas o a las malas palabras, seguramente lo agravará. Así que los regaños pueden convertirse en premios al mal comportamiento y que por lo tanto la pretensión es que los malos comportamientos se terminen y para que no se incrementen se deben ignorar premiándose aquellas actitudes o comportamientos deseados. Toda conducta premiada hace que ésta aparezca o se repita de forma frecuente y que la aparición de toda conducta que se castiga disminuye frente a quien ejerce el castigo.

De esta manera podemos reconocer a través del rápido recorrido que hicimos sobre el mundo de los premios o recompensas y de los castigos que en la difícil tarea de la crianza de un niño, estos elementos no funcionan como una fórmula mágica.

A través del conocimiento que tenemos de ellos, podemos establecer la importante e imperiosa necesidad de que cada sujeto aún desde su infancia tome responsabilidad por su propio comportamiento. Y este  para comportamiento tiene mayor relevancia la internalización de valores por encima de la obediencia ciega. Eso permitirá la creación de familias y comunidades seguras y solidarias en donde descubrir y crear, cuyos miembros resuelvan sus problemas colaborando y decidiendo juntos sobre cómo quieren que sea su familia.

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