El progreso de la tecnología en forma de correo electrónico, redes sociales, WhatsApp y demás ingenios de la comunicación a distancia puede servir como una herramienta de liberación o... como todo lo contrario.

El progreso de la tecnología en forma de correo electrónico, redes sociales, WhatsApp y demás ingenios de la comunicación a distancia puede servir como una herramienta de liberación o… como todo lo contrario.

¿Debería tener tu novio tus contraseñas y CLAVES?

El progreso de la tecnología en forma de correo electrónico, redes sociales, WhatsApp y demás ingenios de la comunicación a distancia puede servir como una herramienta de liberación o… como todo lo contrario. Como tantas otras cosas, depende del uso que le demos.

 La invasión de la privacidad

Seguro que tanto tú como yo conocemos al menos a alguna mujer que comparte las contraseñas de sus cuentas o de su computadora con su pareja o que permite que esta le revise las llamadas y mensajes de su teléfono. Quizá nosotras mismas hayamos sufrido esta invasión de nuestra privacidad en alguna ocasión. ¡Meeec! ¡Alerta!¡ERROR!

¿Tienes algo que ocultarme?

Muchos hombres se escudan en el tan manido «si no tienes nada que ocultarme, ¿qué problema hay en que yo tenga tus contraseñas?». No se trata de ocultar información, sino de respetar la parcela de privacidad que todas debemos tener.

Una pareja consta de dos miembros, de dos personas independientes entre sí.

Por poner un ejemplo, imagina que has tenido una conversación con una amiga en la que esta te cuenta una historia personal, ¿te parece lícito que tu pareja, a la cual tu amiga no ha elegido contar su historia, pueda saberlo todo con pelos y señales? ¿Te gustaría que el novio de tu amiga, por darle la vuelta a la tortilla, pudiese conocer los secretos más íntimos que tú compartes con ella solo porque él considera que tu amiga no tiene nada que ocultarle?

Otra excusa común es considerar esta cesión de las contraseñas como una prueba de lealtad entre los miembros de la pareja. Las personas que emplean este argumento creen que compartir sus claves con su pareja es un símbolo de compromiso y piensan que, con ello, están demostrando a sus parejas que no tienen motivos para dudar de ellas. Yo te planteo lo siguiente, ¿no crees que no hay mayor demostración de confianza que el respetar esa parcela de privacidad que cada uno de nosotros debe tener, dando por sentado que no tiene por qué ocultar nada preocupante?

Hasta ahora me he centrado en hablar de las contraseñas, pero no solo se trata de eso. Los modernos smartphones son también un arma de doble filo. Ofrecen mil y un servicios a solo un toque de pantalla, como correo electrónico, chat, multitud de aplicaciones, además de los servicios usuales de un teléfono. Pero ¡CUIDADO! Precisamente por eso, también son un trofeo muy jugoso para los novios controladores.

Ten muy presente que nadie tiene derecho a revisar tus cosas, aunque «no tengas nada que ocultar», y que no hay mayor demostración de confianza que el respeto por la parcela de privacidad del otro.

Si te estás viendo en esta situación, no tengas miedo en plantarle cara a tu pareja y en dejarle muy claro que tu privacidad es sagrada. Explícale que no se trata de ocultar nada, sino de mantener ese espacio para ti misma, de poder tener tus secretos sin que esto implique que estés engañándole. Al contrario, el hecho de que los miembros de la pareja disfruten de un espacio para sí mismos enriquecerá a la misma y mantendrá viva la llama del misterio, que nunca está de más.

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