Nacida en La Habana en 1930, Omara Portuondo es reconocida en el mundo por una trayectoria que suma decenas de discos, presentaciones en los principales foros y cantar al lado de figuras como Nat King Cole o Edith Piaf.

Nacida en La Habana en 1930, Omara Portuondo es reconocida en el mundo por una trayectoria que suma decenas de discos, presentaciones en los principales foros y cantar al lado de figuras como Nat King Cole o Edith Piaf.

Inició su acto con una broma que, envuelta de una frase, tornó en perlas de sabiduría que nos regaló al hacernos creer que cantaría Dos gardenias. Interrumpió de inmediato la primera estrofa, esbozó una sonrisa como acordándose de algo y dijo: “Al final, todas las canciones hablan de amor”. Entonces salieron las vibraciones de sus cuerdas vocales para interpretar la canción más melancólica de toda la noche: “Veinte años”, contagiando el corazón de todos los asistentes; incluso los demás músicos, quienes también gozaron de su portentoso talento, mostrándose profundamente agradecidos por el privilegio de compartir el escenario con una leyenda viviente. Pero la melancolía duró muy poco; inmediatamente después la vimos bailar, seducir al público con bailes sugerentes y presumir su envidiable condición física junto a su esposo y compañero, Gilberto “Papi” Ovideo, quien complementa su acto con algunos solos de “tres” en temas emblemáticos. Juntos suman más de 160 años de talento y todo el sabor cubano.

Nacida en La Habana en 1930, es reconocida en el mundo por una trayectoria que suma decenas de discos, presentaciones en los principales foros y cantar al lado de figuras como Nat King Cole o Edith Piaf. Se puede conocer más de su historia en el documental dirigido por Wim Wenders (1999), no solamente como testimonio de su aportación musical, sino también como testigo del antes, durante y después de la Revolución Cubana, a todo lo cual ella ha sobrevivido simplemente cantando. Igual que en éste momento, en el que se perfila un nuevo cambio importante en su organización política, que representa tanto para el continente americano.

Omara nos inspira la reverencia de los maestros indiscutibles, esas personalidades que han dedicado su vida a su vocación y la llegaron a dominar por el camino largo. La Diva y demás figuras del Buena Vista Social Club nos recuerdan que no existen los atajos; sólo el trabajo duro, la entrega y pasión por lo que se hace, pero también el disfrute absoluto a cada momento. Tal vez a la combinación de todo eso es lo que llamamos “talento”.

A pesar de sus pasos mínimos por el escenario, con su cuerpo menudito y octogenario, no emitió a destiempo una sola nota. En su voz, las letras de las canciones suenan ciertas y naturales, como su interpretación en español de “As time goes by”. Una cátedra de la diferencia entre vivir de la música y vivir para la música.

No hay duda. Abraza cada instante y lo vive como si fuera el último. Tal vez lo sea, pero mientras tanto, muchas gracias Omara por mostrarnos de qué se trata la vida; ejemplo de lo que hace a una mujer realmente hermosa y no tiene nada que ver con la talla de ropa o el saldo de la cuenta en el banco, sino con lo único de valor que podemos compartir, nuestra devoción por algo. Porque ¿de qué otra cosa se puede hablar si no es de amor?

Sea éste un pequeño homenaje para una mujer gigante…dos gardenias para ti.

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